Se escuchan llantos y sollozos en las salas de la exposición, se observan rostros compungidos, indignados, impotentes, incluso sorprendidos como si se hubieran estrellado contra un muro a 100 km por hora de realidad. Las fotografías que Jesús Abad Colorado expone en este espacio recopila décadas de trabajo, y a pesar de lo cruento y el espectáculo sensacionalista que representa la violencia y la guerra en este país y el mundo, él ha logrado captar con respeto los hechos que han cambiado la vida de miles de colombian@s en el campo y la ciudad; como él se ha autodenominado, no ha sido más que EL TESTIGO de los horrores de la guerra, pero también de la resiliencia, el perdón y la reconciliación de las comunidades y los actores armados; ha comprendido de forma intrínseca que su misión ha sido contar desde la fotografía esta triste parte de la historia de nuestro país, lo deja muy claro cuando relata en su exposición que en una ocasión “Me dijeron que no levantara la cámara y respeté esa petición. Pero luego les dije. «TENGO QUE HACER ESTO. PIENSEN EN LAS IMÁGENES DE VIETNAM O EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN NAZIS CON LAS CAMARAS DE GAS Y LOS MILES DE MUERTOS. SIN ESOS TESTIMONIOS NO SE CONOCERÍAN ESOS HECHOS Y ALGUIEN LOS NEGARÍA”.
Una fotografía es una forma de perpetuar en el tiempo la existencia de los hombres (vivos o muertos) y los acontecimientos, de hecho, es una forma más sugestiva de contar la realidad. Jesús Abad Colorado nos familiariza con las víctimas del conflicto; encontramos en los ojos llenos de lágrimas, vacíos de dolor y desesperanza, en las manos sucias de campesinos y campesinas desplazad@s, en los hombres, mujeres y niños obligados a salir de sus hogares, forzados a sostener una bandera blanca hechiza en manos mientras paso a paso realizan su éxodo hacia tierras desconocidas, a cargar con su humanidad lo poco que pueden de sus pertenencias; encontramos en aquellos que entierran y recogen sus muertos, incluso lloran la ausencia, la desaparición, la retención forzada de un ser querido, en el líder comunitario asesinado, en los docentes caídos e incluso en el joven, niño y niña reclutado como combatiente de la guerrilla o grupo paramilitar, un hermano que sufre, ignorado e incomprendido, alguien que un día quizá para nosotros solo fue una cifra que engrosaba la lista de víctimas en una emisión televisiva, en una noticia.
Algunos serán pesimistas sobre el futuro de Colombia y el mundo, pero quiérase o no, en el seno de este planeta se está gestando la más grande revolución nunca antes vista, ¿será segada por las fuerzas capitalistas, autoritarias y excluyentes que dirigen el mundo? No lo sabemos. Aun así, en la juventud está naciendo una consciencia incluyente, respetuosa del medio ambiente, empática, pacifica, por tal motivo no es de sorprenderse que en su mayoría, los visitantes de la exposición de Abad Colorado sean jóvenes, quienes evidentemente son tocados por esta realidad; no hay pedagogía más contundente que la de la experiencia, la que nos llega por medio de los sentidos, y Abad Colorado nos instruye sobre el horror de la violencia y nos sensibiliza sobre esta problemática introduciendo imágenes en nuestra retina de dolor, despojo y reconciliación. El espectador entabla un dialogo con las imágenes y consigo mismo, y por los rostros y las miradas de quienes visitan la exposición, esta experiencia resulta siendo más profunda, íntima y sensibilizadora de lo que cualquiera se pueda imaginar.
La guerra narrada desde las fotografías que hoy nos comparte Abad Colorado, ha sido el registro de un conflicto que lleva décadas en Colombia; ha sido un proceso diverso que involucra víctimas y victimarios en diferentes escenarios del campo y la ciudad, en el que también son múltiples los motivos que mueven las acciones violentas. El campo colombiano ha sido por excelencia el lugar donde se han desarrollado las disputas que surgen en muchas ocasiones en las ciudades, pero también las ciudades han sido un campo de confrontación, y un escenario de recepción de víctimas. “El Testigo” nos pinta en sepia y en colores todo el panorama en el que contrastamos con imágenes las cifras de las consecuencias de tantos años de conflicto, una contabilidad que habla de cientos de miles de víctimas de crímenes y acciones beligerantes como masacres, ataques a comunidades, asesinatos selectivos, violencia simbólica, desplazamiento forzado, violencia sexual, secuestros, desaparición forzada, minas antipersonas, etc; que han trasgredido los derechos de los colombian@s y han sido ejecutados por manos criminales, delincuencia común, guerrilla, paramilitares con la ayuda del Estado y las Fuerzas Armadas de Colombia.
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Pero “El Testigo” nos muestra ambas caras de la moneda. El Acuerdo de Paz firmado en el año 2016 es y ha sido un desafío para todos los colombianos, porque después de tantos años de guerra, virar nuestros ejes de comportamiento y de lectura de la realidad, es complejo. Entender que el perdón hace parte de una sociedad pacifica y que todos merecemos una segunda oportunidad es una cruzada mental demandante, que requiere compromisos con nosotros mismos y con los demás. Abad Colorado muestra algunas fotografías y videos que se han registrado en el marco y desarrollo de los acuerdos de paz. No se puede describir cuan reconfortante es observar los cambios positivos que ha generado en las comunidades y en la vida de los excombatientes este proceso, si tuviera que decir algo al respecto, diría que es como si se hubiera apartado en algunos lugares de nuestro país la noche y la niebla que antes reinaba.
La exposición “El Testigo” es una simbiosis de lo que ha generado el conflicto armado colombiano, en él no todo es oscuridad y tinieblas, en él también se erige la fortaleza y la resiliencia de un pueblo que se reconstruye y se sobrepone constantemente a los horrores. Esta exposición es una amalgama de hechos cruentos y de imágenes reconciliadoras, tan necesarias como un libro, una conferencia, o un testimonio para entender el conflicto armado colombiano; debería ser un deber asistir a esta muestra, por tal motivo y sin ningún interés particular, no está de más invitarlos a que visiten la exposición de “El Testigo” que se encuentra en el Museo de Arte la Tertulia hasta el mes de noviembre, la cual es una terapia de choque hacia la indiferencia
Posdata: lleven pañuelo.
Mariana Tabares Cantillo
Estudiante de Historia de la Universidad del Valle
Fotografia: Víctor Hugo Ospina