El fin de este encuentro inicialmente es que se evidencie, lo ya denunciado en diferentes espacios por esa parte de la comunidad víctima del despojo, materializado en el proyecto plan Jarillón de Cali. Esto es que a pesar de que hayan pasado 8 años, las familias mantienen y expresan sus sentimientos no sólo de nostalgia, sino también de impotencia al ver las malas condiciones físicas del lugar donde ejercían su derecho de ciudad. Pero no sólo el escombro y el monte les detiene su atención, sino también saber que el que antes era su espacio de vivienda, ahora ha sido otorgado a unas personas ajenas a la comunidad para que lo trabajen mediante las llamadas huertas. Devengando por ello un salario de $800.000. Plan que no se compadeció de tener en cuenta aquellas familias que antes vivían en el lugar como propietarios y hoy viven como arrendatarios. Cuando sus condiciones rurales y agrícolas sumadas a la buena experiencia, también les permitía ser parte de esta iniciativa. Más tratándose en su mayoría de adultos mayores sin oportunidades laborales. Así entonces han pasado 8 años del Proyecto Plan Jarillón de Cali, contenidos de humillación, despojo y exclusión.